Escribe: Adolfo Huerta Alemán
“La otra tarea de la teología, donde sostiene que la teología tiene también una tarea <<erística>> de disputa con el no creyente y con el no cristiano, y que por eso debe preocuparse de encontrarse en el Hombre un punto de inserción (Brunner)”.
<<Rosino Gibellini de su gran libro La teología del siglo XX. Ed. Sal Terrae Colección Presencia Teológica 1998>>.
No podemos negar que cada día es más visible el divorcio entre la Iglesia y la fe.
Comenzando el 2016 me levanto con la resaca existencial, observando a la jerarquía católica, me surge una cuestión ¿Será la jerarquía eclesiástica tan miope rayando en la ceguera, para no darse cuenta de las verdaderas dimensiones entre el gran bache que existe entre su discurso y la vida de sus fieles cristianos?
Parafraseando un pasaje del Antiguo Testamento: “No soy hijo de profeta” y no quiero parecer pesimista al comienzo del año, empero, es increíble que todavía la jerarquía esté más preocupada por el dinero y por el poder de su “autoridad” cuando el mismo Jesucristo, la única autoridad que dejó a sus amigos, es la de servir los unos a los otros (Evangelio según San Marcos 10, 42 – 45).
La jerarquía apegada a un tradicionalismo agrío y rancio, está más preocupada por la imagen, que por trabajar radicalmente por el Reino.
Me siento triste, pues en más de una ocasión lo he vivido, como las mentes más libres y creativas sufren acoso constante por parte de la misma jerarquía y del pueblo de Dios, una implacable censura, en lugar de valorar y aprovechar a esas personas creativas e innovadoras, que sólo buscamos encarnar el Reino en nuestro entorno histórico contemporáneo.
Espero equivocarme, pero creo que lo único que hacen, es acelerar el proceso de desmoronamiento de su poder jerárquico equivocado.
Nos encontramos en momentos excepcionales y decisivos para nuestra Iglesia (o demás profesiones de fe), a veces tenemos miedo muchas de nosotras – nosotros los creyentes que buscamos ser cada día más auténticos, en más de una ocasión nos desanimamos, a veces nos cansamos y nos quiere ganar la desesperanza y está la tentación de alejarnos silenciosamente y discretamente, poco a poco nos adentramos en un suicidio callado.
Se le olvida a la jerarquía católica que su papel en nuestra sociedad, es la de ayudar a las mujeres y hombres, a acercarse y conocer mejor a Aquel que nos ha enseñado el Camino para construir el Reino de misericordia y justicia en nuestro entorno.
La angustia y la cólera puede acabar con nuestra esperanza de un cambio, para lograr una fe adulta y más comprometida con nuestra realidad y cambie a éste última.
Las y los verdaderos cristianos de hoy, no tenemos de otra, que seguir esforzándonos para recuperar lo esencial de la propuesta de Jesucristo.
Hoy estamos llamadas y llamados a reinventar la fe, pues nuestro mundo está en constante movimiento y evolución.
Hoy más que nunca necesitamos proyectar una fe creativa – creadora en nuevos espacios teológicos, que ya están allí frente a nosotros.
No hay otro remedio, que aferrarnos a la esperanza, de que ese cambio que necesita nuestra Iglesia, se dará en iniciativas personales, de personas comprometidas e informadas, en pequeños grupos de creyentes bien conscientes de su realidad y de su protagonismo histórico.
Nos queda prohibido para todas y todos aquellos que luchamos por tener una fe auténtica y liberadora, no hundirnos en la oscuridad del fatalismo, del sin sentido y de la desesperanza, mucho menos dejarnos llevar por el fanatismo tradicionalista, que nos siga llevando a una fe irrazonable.
“Ante la modernidad y secularización, debemos de buscar una teología de la esperanza y una teología política, para encaminarnos hacia una teología de la liberación.
Hoy en día la teología ha sentido cada vez con mayor urgencia, la necesidad de encaminarnos en una lógica de la encarnación y de la redención de salir en defensa y ponerse al servicio de lo Humano”.
<<Rosino Gibellini La teología del siglo XX>>.
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