Hacia un Horizonte Ético


Por: Gabriel Ignacio Verduzco Argüelles

imagen tomada de celtiberia.net

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Los ideólogos y analistas, así como los historiadores y filósofos coinciden en señalar que nuestro mundo vive una época completamente nueva en la historia.

Para algunos es algo más profundo que un simple cambio de mentalidad o de meros adelantos tecnológicos. Señalan algunos otros que estamos ante el reacomodo de los elementos que conforman lo que se ha llamado Modernidad. La economía, la religión, el orden internacional y el antropocentrismo han sufrido transformaciones dolorosas a lo largo de la historia de los últimos dos siglos y, a partir de la segunda mitad del siglo XX estaríamos asistiendo a la crisis de ese modelo de cultura y sociedad.

Para otros, estamos ante un cambio mucho más hondo y profundo. No solo es el reacomodo de los elementos modernos, sino su transformación, o incluso su fin. Así, estaríamos ante una nueva conformación cultural, enteramente diferente a la Modernidad. Esto lo han llamado posmodernidad o tardomodernidad.

En esta nueva etapa de la humanidad, las sociedades han reconfigurado los factores que le dan su propia identidad y se busca, de una u otra forma, paliar los errores modernos. Así, uno de los elementos claves de esta época es la ética. De acuerdo con esta situación, asistimos a la disolución de la historia, pues esta condujo al hombre a los holocaustos étnicos, a la guerra nuclear y al desastre ecológico. Por ello, ya no podemos sostener una escala de valores anclada en esos proyectos de progreso y desarrollo al modo del capitalismo o del socialismo del siglo XX. Por eso, la estética sustituye a la ética.

Ya que no hay origen ni fin, cualquier dirección es válida. Vivir y disfrutar el presente, que es la única condición que posee el sujeto, es la norma. Por estética se entiende todo lo que tiene que ver con la percepción y que atrae y mantiene la atención por su valor intrínseco, no por su utilidad en orden a un fin. El egoísmo hedonista es el criterio práctico, se promueven grupos de encuentros, terapias de sentimientos, cuidados del cuerpo, masajes, pedagogía del contacto y más.

Sin embargo, no todo está “perdido”, o no hay que ser tan pesimistas. Ya desde el siglo XX se ha dado en llamar a la ética “filosofía primera”. Por ética se entiende la responsabilidad de cada uno para con los demás; una responsabilidad que es irremplazable e indelegable.

Pero ¿quiénes son “los demás”? los demás, el otro o la otra, es el rostro en cuanto realidad expresiva. Ese rostro interpela, cuestiona, se torna desafío ético para la libertad y, especialmente, el rostro del que sufre, del marginado, del doliente. Estos se vuelven palabra, solicitud, súplica que pide respuesta, ayuda, compasión. De ahí emana la responsabilidad para con los demás, no de un contrato.

La conciencia es la urgencia de una destinación que conduce al otro, y no un eterno retorno de sí. Es inocencia que no cae en ingenuidad, rectitud que no desemboca en necedad, rectitud absoluta que es asimismo, crítica de sí.

Desde esta perspectiva, la filosofía ha reelaborado el imperativo categórico de Kant:

“En lugar de considerar como válida para todos los demás cualquier máxima que quieras ver erigida en ley universal, somete tu máxima a la consideración de todos los demás con el fin de hacer valer discursivamente su pretensión de universalidad” J. Habermas (dialógico-subjetivo);

“En cualquier situación debe lograrse un consenso con el fin de formar una voluntad solidaria “ K.O. Apel (consensual);

“Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una auténtica vida humana sobre la tierra” Hans Jonas (antropo-ecológico);

“Obra de tal manera que las consecuencias de tu acción no sean destructivas para con la naturaleza, la vida y la tierra” L. Boff (eco-teológico);

“Obra de tal manera que ajustes tu máxima de conducta, o de acción, a tu propia condición humana, a tu condición de habitante de frontera” E. Trías (condición fronteriza).

Hay que distinguir también dos tipos de intersubjetividad y de solidaridad: la simétrica o descendente (por consenso entre iguales) y la asimétrica o ascendente, que tiene en cuenta de manera preferente los derechos de los no-iguales, excluidos del consenso entre iguales. Así, la solidaridad asimétrica se da desde la compasión a partir de los intereses de los no-sujetos.

La estructura formal de la inteligencia no consiste solo en la comprensión del ser o en la captación del sentido. Comprende también, y en su núcleo, aprehender la realidad y el enfrentarse con ella, que comporta, a su vez, tres aspectos: 1) el hacerse cargo de la realidad. Es decir, estar en la realidad de las cosas a través de sus mediaciones materiales y activas; 2) el cargar con la realidad. Es decir, tener en cuenta el carácter ético fundamental del inteligir humano; 3) el encargarse de la realidad. Es decir, reconocer la dimensión práxica de la inteligencia.

Y a partir de aquí, es mucho lo que podremos lograr.

También creo que otro mundo es posible y que la esperanza es verdadera.

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