Escrito por: Adolfo Huerta Alemán
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Hace mucho tiempo, en el norte lejano de un país, que era rico en su pluralidad cultural, tal vez, de eso no se daban cuenta, por lo tanto no lo valoraban, que en su mismo entorno había una diversidad de pensar, convivían entre sí, muchas maneras de ver la vida, sus relaciones humanas, su Dios, en fin, se relacionaban con una armonía, una tolerancia y una aceptación de unos con los otros, se aceptaba la diferencia del otro, sin provocar la menor violencia para con el otro, mucho menos se descalificaba, lo que para ellos era otra manera de ser, de ver y de actuar.
Este pueblo, se fue estableciendo, fue creciendo, fueron naciendo tradiciones, comenzaron a vivir de las costumbres, y más de uno, de las apariencias.
Iniciaron a crear escuelas, para impartir su educación, provocaron espacios públicos donde celebraban sus fiestas, empezaron a crear fuentes de trabajo.
Todas y todos se iban caminando a la escuela, al trabajo, se visitaban los unos a los otros, todas sus actividades las hacían caminando.
Hasta que llegó el día, alguien se le ocurrió, inventar un medio de transporte para llegar a sus lugares de trabajo, a la escuela, a visitar a sus familiares.
Todas y todos comenzaron muy entusiasmados, todos cooperaban, unos traían materiales, otros con sus oficios empezaron armar, a lo que ellas y ellos llamarían: camión. Los más jóvenes le ponían colores a su camión, todo parecía que iría de maravilla.
El primer día se fueron todas y todos a sus trabajos, a la escuela, de visita, de compras, había una alegría casi comparable a la de un pueblo que vivía en paz, y hasta ese momento con justicia para todos.
Fueron poniéndole más cosas a su camión, cada día tenía más adornos, el camión formaba parte de su vida y de sus tradiciones.
Alguien se le ocurrió hacerle una cochera, para que no se maltratara tanto, con el uso diario. A la cochera le fueron poniendo más cosas y más adornos. No faltó el que se le ocurrió ponerle horario de uso, se fueron acostumbrando a ello, hasta que llegaron las leyes para su uso, no podrían faltar los dogmas para la justificación de su creación.
Lo más estúpido de sus costumbres, de sus leyes y dogmas, fue que crearon una ley, donde no permitían ya, usar el camión ¿por qué?.
Decían entre ellos, que ya no se debería cambiar nada al camión, que no debería salir de la cochera, para que no se maltratara ya más. Todo lo que tenía el camión ya no se debería de mover, mucho menos cambiar.
Si a alguien se le ocurría cambiarle algo al camión, para su uso y mejorar su rendimiento, era linchado; si venía otro diciendo que se les olvidó con el tiempo para qué fue creado el camión, -era para hacer de su vida más llevadera-, era descalificado de hereje y excomulgado del pueblo.
Así fueron pasando los días, era muy aburrida y tediosa la vida en ese pueblo, se fueron institucionalizando cada vez más, al camión y, a su cochera, al grado que fueron adorando fanáticamente y ciegamente, al camión y se les olvidó que el camión era un medio y no el fin de la motivación y significado de su existencia, adoraban al camión, cual si fuera su Dios.
La gente comenzó a ir a pie de nuevo, a su trabajo, a la escuela, de visita con sus familiares.
El camión y su cochera, de primero, iba mucha gente a admirarlo, pero con el paso del tiempo, cada vez, era menos la gente que iba a darle tributo, con el transcurrir de los días se volvía más viejo y obsoleto el camión, después se veía como un cascaron abandonado.
Posteriormente se le veía como un mausoleo, como un viejo recuerdo, que alguien un día tuvo la gran idea creativa, pero, con la costumbre, las leyes y los dogmas, caducó esa idea, al no ser capaces de crecer, de evolucionar; ellas y ellos fueron los culpables de acabar con la espontaneidad y la creatividad, asesinaron el espíritu de libertad y renovación, que los llevaría a una vida más en plenitud y en abundancia.
Adivina, adivinador ¿qué es ó quién es?
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