Escrito por: Adolfo Huerta Alemán
Perdón por no tocar la puerta Es que siempre fuimos dos llamando Perdón por no matar tu espera Es que a solas me quede esperando. Hay tanto que sentir. . . De Alejandro Filio.
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Cuando me enamoré de él, nunca me vino a la mente que llegaría el día, en que acabaría esto que llaman vida.
Llevo ya diez y siete años de viuda, no me acostumbro a su ausencia, mi cara tiene más arrugas y cada vez tengo menos pelo, mí cabello cómo me gustaba teñírmelo de morado.
¿Qué es, a esto que llamamos vida? Primero aprender andar y hablar, después cuando una se casa, lidiar a vivir con esa persona de la cual nos enamoramos, una se empeña por instruirse para estar a su lado de aquel individuo que nos pone el destino, para después tener que cargar con su recuerdo, para después olvidarlo, de eso se trata esta existencia: vivir, enamorarse, olvidar.
No creo en la vida eterna, a pesar de que fui educada en una fe católica y en una cultura cristiana muy conservadora. Lo único que existe es esto y nada más, lo demás es solo cuestión de miedos. Tal vez, el ser humano se inventó a Dios, para no sentirse solo. El ser humano le tiene un terror a la soledad y al infinito. Que la vida continúa, me importa un cacahuate, pues de lo único que estoy segura es, que él ya no existe, ya no está a mi lado, está muerto.
Qué, la apestosa vida su única ocupación principal, será estar jodiéndonos con preguntas supuestamente para aclarar ideas muy ordinarias y comunes, que todas nosotras usamos cada día sin pensar en ellas.
Recuerdo muy bien, la primera vez que comprendí, también tenía que morir y no fue cuando me casé.
Esa mañana de sábado 20 de abril del año de 1967, no había ido al catecismo, ya estaba harta de la catequista y su discurso; de todos nos íbamos al infierno, si escuchábamos la música rock que oían las jóvenes, si usábamos minifaldas y pantalones entallados.
Llegué a la casa del abuelo a su pequeña biblioteca, allí estaba fumando. Mis primas me llamaban la rara de la familia. Me encantaba el olor a tabaco que desprendía la pipa del abuelo.
Él fue maestro autodidacto, de esos que sí leían y de verdadera vocación, amante de la enseñanza al estilo de José Vasconcelos. Me fascinaba que me leyera sus libros favoritos, de él heredé el placer por la lectura, no olvido su predilecta: “La Madre” de Máximo Gorki. Por él conocí a Hipatía y soy su admiradora desde esa época. Ella prefirió la filosofía que al matrimonio, debí de haber hecho lo mismo. Después descubrí leyendo a Anaïs Nin y su libro “Delta de Venus”, qué erotismo tan fino he percibido en ese libro.
El abuelo me compartió un secreto que no debía saber jamás la abuela; del que siempre estuvo enamorado de Ava Gardner actriz de cine, inolvidable por su gran belleza y carácter; cómo me fascinaba que me platicara el film de “Venus era Mujer”, nunca me aburrí con él, era mejor que estar en el catecismo y la catequista con cara de camello alargada y aliento a chuquía.
Allí estaba en esa mañana cuando hablan por teléfono, contestó una de mis tías, fue cuando llamó al abuelo.
Después Don Jonás salió a la calle gritando muy feo, eran unos gritos desgarradores, imposible olvidarlos.
Acudí a la sala, mi tía tenía una mirada perdida aferrándose a buscar respuestas sin encontrarlas y solamente dijo que mi tío Miguelito había muerto.
Me dije ¡no hay escapatoria! ¡Qué acontecimiento tan más raro y terrible, tan incompresible e irremediablemente personal, es la muerte!
Fue en ese instante cuando por fin empecé a pensar; por lo tanto la muerte no es tan mala, como nos decían en la Iglesia. Y la prueba de la muerte no sólo deja a una pensativa, sino que la vuelve a una pensadora, entonces la conciencia de la muerte nos hace madurar personalmente y esto no es tan malo.
La certidumbre personal de la muerte nos humaniza, o sea nos convierte en verdaderos humanos – mortales, esto no está mal. Es precisamente la certeza de la muerte la que hace la vida; mí vida, única e irrepetible, algo tan mortalmente importante para mí.
Pero, aún con todas estas menstruaciones mentales, le extraño, le hecho de menos sus besos y cómo me apretaba el seno izquierdo, sus manos moldeando mis nalgas, siempre me daban ganas de comérmelo, sentir esta sensación era maravillosa y hasta hoy insustituible, nadie podrá llenar el huequito donde nacieron nuestros hijos, solamente tu lengua sedienta de mí sexo.
Él murió de diabetes, maldita azúcar lo fue carcomiendo poco a poco por dentro. Lo que más duele hasta la fecha, es que me pedía con gran desesperación un vaso con agua, no se lo podía dar, pues dos de mis hijos son médicos, siempre estaban al pendiente no le fuera dar agua. No olvido su rostro sediento pidiendo misericordia por unas gotas de ese líquido tan preciado.
Llegó el día en que murió, ya no conoció a su nuevo nieto de mí hija que se acababa de casar hacia el año pasado.
Como no creo en Dios, y en esas suposiciones de que hay vida más allá.
Me sorprendió una vez mí hija, sobre Dieguito, mí último de los nietos.
Le asustaba a mi hija el comportamiento de Diego, pues me confiaba que tenía un amiguito imaginario, lo que no le tomé gran interés.
Es a la hora de comer Dieguito, siempre le pide un vaso con agua para su amiguito.
No te apures hija a la edad de Dieguito tienen siempre amiguitos imaginarios, deja que tenga los cinco años y vaya al kínder, ya se le pasará.
Un día decidí sacar la foto donde cumplimos 50 años de casados, después de su muerte opté por guardar todas las fotos, para no dejar nada que me recordara su existencia. Pero no pude y saqué esta foto y la puse en la pared de la sala.
Suspiros, suspiro por Ti Ángel, te amo demasiado, te extraño sobre todo cuando te enojabas porque estaba leyendo, me excitaba tus celos por mis libros.
No lo niego, ahora los que me alegran en esta gran casona, son todos mis nietos.
Un día llegó mi hija y el comegalletas de mi nieto, le encantan las que tienen mucho chocolate. Estando sentadas viendo al pequeño trol buscador de cualquier indicio de chocolate.
Se le quedo mirando a la foto donde estamos mi esposo y yo. Las palabritas apenas entendibles de mi querido nieto que escuchamos nos dejaron sin habla. . .
Dieguito apunto con su pequeño dedito a la foto y dijo:
– Mami… ¿quén es él?
– Es tu abuelo, mí querido, te he platicado de él, era mí papá, así como tu padre. Nada más que él ya está en el cielo.
Iba interrumpir a mí hija, que no le dijera eso a mí nieto, cuando. . .
Fue, precisamente lo que dijo lo que nos dejó sin palabras. . .
– Mami, ese señor, me pide siempre que me visita, un vasito de agua…
No creo en la vida eterna. ¿Vendrá de verdad Ángel? ¿Existe el más allá? No creo en fantasmas, mucho menos en espíritus que nos visiten o que vivan entre nosotros. Acaso se quedaría con sed, o viene a conocer a su nuevo nieto. ¿Quiénes son los muertos, ellos ó nosotros?
¿Exista la vida después de la muerte, exista un lugar donde regresemos con un supuesto Dios que nos espera? de lo único que estoy segura es que todavía te amo Ángel, y si eres de verdad Tú, no me gustaría morir sola, tengo la esperanza, al fin al cabo, de que me recibas en tus brazos. Así como cuando hicimos, por primera vez, el amor.
“La Muerte sirve para hacernos pensar, pero no sobre la muerte, sino sobre la Vida”.
De Fernando Savater.
@GofoAutor
gofo_01@hotmail.com
Facebook Adolfo Huerta Alemán.
Seguire leyendo tus cuentos, gracias a ellos, conocí a dos grandes amigos; que me acompañarán sin duda el resto de mi vida.
Esté es el FRUTO en VIDA, , ,
ENHORABUENA! ! ! ADOLFO. . .
Te quiero compartir esto:
Tengo un amigo enfermo de sida, se llama Samuel.
Hace unos dias, se lo presente a un doctor interesado en el problema; y platicando comento: «es una experiencia de muerte». Y Samuel le respondio inmediatamente: «es una experiencia de vida».
Tenia razón: desde la fe en Jesús muerto y resucitado, no está viviendo una experiencia de muerte; es una verdadera experiencia de vida.
Podemos decir que todas las situaciones de la vida, aun las más dolorosas y dramáticas, son últimamente experiencias de vida y no de muerte, porque todo lo que constituye nuestra existencia «está con Cristo escondido en Dios».
«Camina tras de mí. Así te haré sombra y te libraré del sol»: así decía Camilo de Lelis (un santo no muy conocido).
Nuestra vida está escondida, como en la sombra de Jesús. Todo lo auténtico que vamos sembrando a nuestro paso no es en vano; porque dara fruto y vida….
Solo se muere, lo que se olvida.
GRACIAS! ! ! ADOLFO… ME ENCANTAN TUS CUENTOS.
¡Qué experiencia de Vida nos compartes Alma! No hay nada que añadir. Mientras sigamos creyendo lo que nos dijeron sin cuestionar, no creceremos como Seres Humanos y menos como Personas ¿Qué es la Muerte? Sino, el inicio tal vez de la verdadera existencia, otro camino de Vida.
GRACiAS por darte tiempo para LEER! ! !.