Escrito por: Adolfo Huerta Alemán
. «Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida… Día y noche las telepantallas le herían a uno el tímpano con estadísticas según las cuales todos tenían más alimento, más trajes, mejores casas, entretenimientos más divertidos, todos vivían más tiempo, trabajaban menos horas, eran más sanos, fuertes, felices, inteligentes y educados…» De Goerge Orwell en 1984. Ed. Porrúa. 2001..
«…convertir el falso mundo de la televisión en un mundo real de marcas… En una época donde las personas son marcas y las marcas son cultura… pensar que los alumnos de secundaria actuales tienen una visión mucho más realista del absurdo de las marcas. Después de todo, son ellos quienes crecieron ya vendidos». De Naomi Klein en NO LOGO El Poder de las Marcas. Ed. Paidós Plural. 2000..
«La estupidez es, entonces, pura y simplemente: el defecto de la inteligencia y del juicio, ataque por excelencia a la razón en sus más elevadas funciones». De Michel Foucault en Historia de la Locura en la Época Clásica. Tomo I. Ed. FCE. 2002.….
A pesar de que la ciudad está poblada por cientos de casas que son cubículos para roedores; de edificios; miles de kilómetros de asfalto negro chapopote y somos más que ayer los que van alimentando la gran masa humana acéfala, junto con esta mancha urbana que va aniquilando todo rastro de naturaleza viva de colores.
La ciudad se asemeja a un desierto, más bien a un tablero de ajedrez en blanco y negro sin jugadores. La ciudad esta desolada, solitaria, abandonada, no se ve rastro alguno de quienes comenzaron a poblar estas hileras de cuadros de ladrillo y concreto gris triste. Lucen solas las calles, incluso no hay basura, no es por el narcoterrorismo y su hija bastarda la violencia, del por qué del aislamiento de la ciudad donde sólo aquí suceden cosas buenas reza la falacia del viejo y enfermo gobierno. Tengo la sensación de estar solo en medio de un set donde filmaban las películas añejas del viejo oeste al estilo de Clint Eastwood.
Cuando llego a casa, la escena parece sacada de una obra de teatro cómica – burlesca, están mis padres cada uno en una habitación sin hablar, hemos perdido la capacidad de escuchar al otro. Como drogados, estupefactos, taciturnos, idos de sí mismos, como idiotas encarnando la misma estupidez humana que nos distingue del común de los animales, no reaccionan ante mi presencia ni dan cuenta de ello, es como si fuera un aborto, ni siquiera mierda soy para ellos, pues la caca apesta, hace notar su presencia con su olor fétido y ácido que ahoga tu garganta y nariz cuando defecas.
La hilaridad hace acto de presencia cuando los observo, ven la telepantalla cada uno por separado, ¿por qué ver televisión divididos, si están viendo el mismo programa?.
Cuando los saludo, solamente logro que volteen a verme, pero no mascullan ninguna palabra, ni una frase de respuesta al ¿qué tal?, sólo noto en ellos una mirada perdida al tratar de reconocerme, una mirada de no importas, lo que interesa es que: «en el principio era la imagen y la imagen se encarnó en la pantalla». Ante los ojos del ser más estulto que hay en la faz de la tierra, lo peor de todo es no darse cuenta de esto, lo niegan rotundamente todos.
Antes de llegar a casa cuando las calles me guiaban a mi destino fúnebre y fatídico, sólo se escucha el ruido provocado por los diálogos de las telenovelas, de los programas de información del gobierno que presume de ser nuevo, de música que refleja la intranscendencia de la cultura. Todos están esclavizados entre cuatro paredes y ven, sólo observan como parásitos carcomiéndose lo poco que les queda de cerebro.
Cual si fuera a un dios monopolizador y manipulador pagando tributo a diario. Así es cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, cada instante de su pobre y mezquina existencia, se la ofrecen a esa pantalla que tiene más poder que cualquier político falso y religión engañosa quita tiempo.
Esta pequeña pantalla se ha filtrado en cada hogar y ha abusado del poder más que cualquier partido político; ha tomado poder de control de las personas, atenta directamente, ya no sólo contra el cuerpo, sino contra el alma quitándoles todas sus garantías individuales y lo lleva a una degradación de la dignidad hasta cosificarle. El poder de castigo directo a la conciencia humana, que es más profundo y con efectos totalmente deshumanizantes.
Comienza el control del cuerpo desde la Edad Media, pero este nuevo poder de control sobre cada individuo es totalmente directo a su conciencia; limitando las facultades intelectivas, creativas e imaginativas de la persona, lo va momificando a un simple producto de consumo.
Estamos siendo testigos pasivos ante una nueva civilización: la Era Panóptica; consiste en tener el control panorámico total, simultáneo y constante de la persona en todas sus dimensiones: corporal, moral, intelectual y de su capacidad creativa. Un poder que impide drásticamente el desarrollo en plenitud intelectual de quien es controlado.
Nos lleva a mantenerlos en una vigilancia constante y completa e interrumpida de cada uno de nosotros. Rompiendo principalmente con la libertad de movimiento, agrupación y expresión, invadiendo el derecho natural a la privacidad; control de conciencias, que es mucho más despiadado e inhumano que el castigo y control de cualquier dictadura totalitarista que haya existido en la Historia.
Hemos llegado al final de la multitud y pluralidad de pensamientos, la imagen va creando solamente individualidades separadas y solitarias, va absolutizando un solo punto de vista: el de la estupidez humana.
Me cansa observar la mediocridad de la sociedad que está frente a mí comenzando con la indiferencia de mis papás, distinguiéndolos a ellos, me doy cuenta que: «No hay mayor acto revolucionario hoy en día que apagar el televisor».
Decido actuar para desenchufar sus televisiones, para mi asombro, noto que reaccionan mi padre y madre como si resucitaran del primer latido después del coma, no doy crédito de lo que soy testigo, se oponen simultáneamente al ver lo negro de sus pantallas, todo sucede tan rápido. Sólo han despertado para hacer reclamaciones, se dejan ir contra mi ¡Me están ahogando a golpes!.
Mi padre me da una patada en mis testículos vírgenes sin ser lambidos por una mujer, me desmalla casi el puntapié con zapatos de casquillo de acero reforzado. Una patada en los huevos es un dolor como si el mundo se fuera acabar de un momento a otro, no se compara con nada. Me siguen acribillando a chingadazos. Mi madre hunde sus dedos en mis ojos hasta reventármelos, poco a poco me voy desvaneciendo como una imagen de un monitor, van apagando mis propios padres mi rutinaria existencia.
El fin del mundo está más cerca de lo que crees y está frente a ti, en tu pantalla.
«Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector: cualquiera sabe escuchar. Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única. Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes… Y quien ahora siga creyendo que el escuchar no tiene nada de especial, que pruebe, a ver si sabe hacerlo tan bien». De Michael Ende en MOMO. Ed. Alfaguara. 1993.
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He quedado impresionada. Se siente la desolación en el texto, la impotencia. Dan ganas de gritar: ¡reaccionen, no pueden ser tan estúpidos!… Y de pronto una se da cuenta de que está hablándole a una pantallita de 15 pulgadas. Ironía pura.
En cuanto a lo ideológico, el punto que tratas lo vi hace poco en una clase de semiótica: el individualismo radical del sujeto, la creación de personas ensimismadas. Las tecnologías nos invaden, sustraen información confidencial, roban momentos de intimidad; me viene a la mente el caso de la comida familiar, antes todos se reunían en torno a la mesa para platicar, ahora es encender el televisor y no hacer ruido para no perder detalle. Lo mismo ocurre en los lechos conyugales; hola televisión, adiós vida sexual.
Es realmente increíble cómo hemos deformado las relaciones sociales, ahora nos desarrollamos a través de una pantalla. Pasamos de oír a las personas a leerlas; el problema es que, al igual que escuchar es una virtud de pocos, el leer con atención y detalle es algo que no cualquiera hace. Claro ejemplo lo tenemos quienes manejamos un blog ¿no?, son pocos los lectores que comentan los textos, se pierde esa comunicación.
Yo no creo que debamos satanizar a las tecnologías, pero creo que sí debería existir una educación previa, para que seamos usuarios responsables y conscientes del poder que pueden tener sobre nosotros si no sabemos manejarlos.
Muchas felicidades, excelente artículo. Saludos y abrazos.
«hola televisión, adiós vida sexual». Con esta frase resumes todo, y lo que Tú Misma afirmas, hemos deformado nuestras relaciones sexuales. Y la culpa no es de la televisión, sino de cada uno de los individuos y del tiempo que le dedica al televisor.
Claro que no se logra nada con satanizar a los medios, pues de hecho nosotros recurrimos a ellos.
El cuento una vez más, es una alegoría para poner en la mesa de discusión la Filosofía de Michel Foucault y una vez más hacer el ejercicio de pensar é intercambiar diferentes puntos de vista.
No dudo si cada mexicana y mexicano haría este ejercicio un hábito, nuestra realidad fuera otra y seríamos un país diferente.
Traigo a la memoria una tira de Mafalda: cuando le quita el chupón a su nuevo Hermanito y comienza a llorar muy fuerte. A lo que contesta Mafalda:»¡Sí los Pueblos supieran usar los pulmones como Vos, los malos gobiernos se les vería como figurillas». MAFALDA Tomo #6. 1996.
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GRACiAS! ! !.